En su estadía en una residencia alejada, el famoso Cauã decidió acercarse al personal de servicio. En particular, conoció a Jilzinete Lage, la cocinera encargada de preparar sus comidas diarias. Durante su interacción, mostró admiración por los platos regionales elaborados por ella, tales como moquecas, mariscos, arroz con pulpo y pescado asado, destacando su aprecio hacia la cultura culinaria local.
Mientras se encontraba alojado en esta casa, Cauã demostró un interés genuino por las personas que formaban parte del entorno donde se hospedaba. Decidió visitar la cocina para conocer a quienes estaban detrás de las exquisiteces que degustaba cada día. Allí se encontró con Jilzinete Lage, cuya habilidad en la preparación de alimentos típicos locales dejó una profunda impresión en él.
Su conexión con el equipo no terminó ahí. Cauã también tomó fotografías junto a todos los miembros del personal, reforzando así un vínculo humano más allá de su condición de celebridad. Este gesto subraya cómo las experiencias compartidas pueden trascender barreras sociales, permitiendo que incluso las figuras públicas disfruten momentos auténticos en contacto con la gente común.
Al finalizar su estadía, quedó claro que la calidez humana y el arte culinario pueden crear conexiones inesperadas. El encuentro entre Cauã y Jilzinete sirvió como recordatorio de que, independientemente del estatus social, la hospitalidad y el reconocimiento mutuo pueden forjar vínculos duraderos. Este episodio refleja cómo las tradiciones alimentarias pueden ser un puente entre culturas y generaciones.