La talentosa bordadora Virginia Verónica Arce, oriunda de San Isidro Buen Suceso en Tlaxcala, ha logrado destacar su arte textil tanto a nivel nacional como internacional. Desde joven, aprendió el oficio gracias a su padre y desarrolló una habilidad única para plasmar flores, aves y elementos naturales en sus creaciones. Su participación con la prestigiosa marca Carolina Herrera le permitió llevar la riqueza cultural de su comunidad al mundo. A lo largo de su carrera, ha ganado múltiples premios y reconocimientos por su dedicación y creatividad.
Un Camino Bordado con Pasión
En un tranquilo pueblo de Tlaxcala llamado San Isidro Buen Suceso, nació la historia de Virginia Verónica Arce, una artesana que desde los 15 años se sumergió en el mundo del bordado. Fue su padre quien le transmitió los primeros conocimientos sobre este oficio ancestral. En 1993, después de dos años de aprendizaje riguroso, comenzó a trabajar profesionalmente. Sus primeras piezas fueron servilletas y manteles decorados con motivos geométricos sencillos. Con el tiempo, perfeccionó su técnica y empezó a incorporar elementos más complejos como flores, aves y hojas, representando así la belleza natural de su entorno.
En 1996 participó en su primer concurso, donde recibió un merecido reconocimiento. A partir de entonces, su trayectoria fue en ascenso. La maestra Arce destacó la importancia de la coordinación entre manos y pies para manejar la máquina de pedales, una herramienta esencial en su trabajo. Su éxito se debe principalmente a tres cualidades fundamentales: paciencia, amor por su labor y creatividad desbordante.
Su oportunidad internacional llegó cuando colaboró con la famosa marca Carolina Herrera, llevando consigo no solo su arte, sino también la herencia cultural de su pueblo indígena, donde aún se habla el náhuatl. Esta experiencia significó mostrar al mundo la tradición y riqueza de su comunidad.
A lo largo de su carrera, ha participado en diversos concursos estatales y regionales, obteniendo numerosos premios en la categoría de bordados dentro del arte popular mexicano.
Como madre de familia y artesana, Virginia comparte su experiencia con otras mujeres, asegurándoles que es posible equilibrar múltiples roles sin descuidar ninguna responsabilidad. Su testimonio inspira a seguir adelante con determinación y pasión.
Desde la perspectiva de un periodista, la historia de Virginia Verónica Arce es un ejemplo poderoso de cómo el arte puede ser un puente entre pasado y presente. Su dedicación nos recuerda que preservar nuestras raíces culturales no solo enriquece nuestras vidas, sino que también puede abrir puertas inesperadas. Además, su capacidad para combinar su vida familiar con su carrera profesional demuestra que con esfuerzo y perseverancia se pueden alcanzar grandes metas. Este relato invita a reflexionar sobre la importancia de valorar y apoyar a nuestros artistas locales, quienes son guardianes vivos de nuestra identidad cultural.